Fue el sonido salado del mar que penetró sus oídos con una música incansable que hipnotizó sus sentimientos. Su mirada perdida en el horizonte buscaba abrazar los recuerdos que rebalsaban su mente. Su corazón latía y late por cada uno de ellos. De lejos alguien lo miraba, lo acariciaba a la distancia, miraba en sus ojos la simpleza.
El viento lo abrazó en una noche de compras, las estrellas fueron testigos privilegiados de los faros de un coche que le abrían paso en el camino.
Silencios de días y jadeos de mar en la oscura caída de la luna. Pausas que invitan a pensar en que no todo pasa por “dos minutos en el microondas” o “un sms”.
Sueños que activan el inconsciente, lo reprimido, aquello que uno, sin querer, esconde.
Y la distancia… la maldita distancia que cuando existe nos hace valorar lo que está lejos y que cuando no está… ¡Que lindo cuando no está!
Pero la vida es así, un ida y vuelta de fortunas dispersadas y el juego consiste en descubrirlas en la menor cantidad de tiempo posible, para poderlas disfrutar mucho más.
Nota: Dedicado a todos aquellos que en algun lugar acarician sus sueños.
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