Radio (Podcast)

Clip realizado y editado por Taiquen Producciones.
"Taiquén Producciones" nace en septiembre del año 2005, con el objetivo de llevar adelante proyectos vinculados directamente al periodismo.

El nombre lo elegimos con la intención de homenajear a nuestro país. "Taiquén" es un término Mapuche que significa "El sonido del agua en una cascada".

Usamos la
web para estar directamente conectados con aquellos que quieran informarnos, contactarnos, saludarnos, brindarnos sus inquietudes y/o contratarnos, con esto queremos decir que funcionamos y nos complementamos excelentemente en lo que tiene que ver con la producción radial y puesta al aire de programas, como así también en proyectos que tengan que ver con la producción, conducción o columnas en televisión. Sin dejar de lado el periodismo gráfico, tanto en publicaciones electrónicas como en diarios y revistas.

Hoy por hoy, la idea de "Taiquen Producciones" se fue diluyendo y los integrantes fuimos tomando distintos rumbos aunque el destino nos juntó. La idea de la productora surge de: Mauro Azcona, Juan Manuel Ibarra, Pablo Waimann y Fernando Candeias.

Hoy, Juan Manuel Ibarra (Productor General), Pablo Waimann (Productor) y Fernando Candeias (Columnista) formamos parte de "Tenemos para rato" un magazine informativo que sale por A.M 1450
Radio El Sol de Lunes a viernes de 14 a 18 Hs. con la conducción de Miguél Ángel Verdún.

En el Clip hay fragmentos de entrevistas de:

* Carlos Paez Vilaró (Sobreviviente de la tragedia de Los Andes, llevado al cine en la película "VIVEN")
* Virginia Ruano Pascual (Tenista, compañera de la Argentina Paola Suarez en dobles)
* Patricia Bullrich (Dirigente Política)
* Carlos Bianchi (Director Técnico de Fútbol)


Clip de audio editado por: Fernando Candeias

Frases de cabecera

LA RADIO

"Hace algunos años, la BBC preguntó a los niños británicos si preferían la televisión o la radio. Casi todos se pronunciaron por la televisión, lo que fue algo como comprobar que los gatos maúllan o que los muertos no respiran. Pero entre los poquitos niños que eligieron la radio, hubo uno que explicó:
-Me gusta más la radio, porque por radio veo paisajes más lindos.
Eduardo Galeano - Patas Arriba

Momentos

Por: Soledad Arias

Hay momentos en la vida en que nos paramos a pensar un poco, o la vida misma, de una u otra forma nos detiene para que pensemos hacia dónde vamos, qué buscamos, qué queremos.

Vivimos tan sumergidos en nosotros mismos, vivimos tan sumergidos en conseguir cosas, que a veces ni siquiera sabemos que es eso que queremos conseguir, eso que queremos tener, pero corremos igual y corremos tan rápido hacia quién sabe dónde que no podemos ver lo que hay a nuestro alrededor. Mientras corremos todo pasa, pero cuando nos detenemos a tomar aire, nos percatamos de que la meta está lejos, que ni siquiera podemos distinguirla y nos asustamos y nos preguntamos si podremos llegar, y miramos para atrás y miramos para los costados y volvemos a mirar hacia ese lugar dónde queremos llegar, pero seguimos sin distinguir qué es, qué hay, quién nos espera. Pero queremos llegar. ¿Para qué? No lo sabemos, solo queremos llegar. Inflamos el pecho, aprovechamos esa ráfaga de viento que la naturaleza nos regala y una bocanada profunda alcanza para continuar la carrera.

Es menester hacerlo. Pero en un momento más que preciso, oscurece y ya es difícil seguir, el camino se nubla, la meta se pierde entre frustraciones y desilusiones. Un nuevo intento, una nueva bocanada no alcanzan para continuar y quizas una lágrima irrumpe manifestándose insatrisfecha.

Por fin nos detenemos. Despacio. Agotados. Cohibidos y una voz suave, dulce, comprensiva nos susurra. No sabemos de dónde viene, ni por qué nos habla, pero no dudamos en prestar atención a sus palabras. Es una voz tan eternamente agradable, tan parecida al sonido del mar... y nos habla de amor, de luces interiores, nos dice que dejemos de correr, que solo caminemos con esperanza, con alegría, con sueños, con lucha. Nos cuenta que la meta está acá, a nuestro lado, muy cerca, todos los días.

Che Guevara, carta a sus hijos

A mis hijos queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto: Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre Uds. Casi no se acordarán de mi y los más chiquitos no recordarán nada. Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones.

Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario. Hasta siempre hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de Papá.

La hora mundial

Frases de cabecera

EL MUNDO

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso -reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

Eduardo Galeano
"El libro de los abrazos"

Frases de cabecera

"Vivir en monotonía las horas mohosas de lo adocenado, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir la vida, es solamente vegetar y transportar en forma ambulante una masa informe de carne y de huesos. A la vida es necesario brindarle la elevación exquisita de la rebelión del brazo y de la mente."

Severino Di Giovanni
10 de enero de 1929

Aguafuerte

PEQUEÑOS Y COMESTIBLES SUEÑOS
Por: Federico Amigo

Cada barrio tenía las suyas. Se distinguían, en primer lugar, por el fuerte, penetrante y gustoso aroma que, con sólo entrar al negocio, se impregnaba en el éter. En ese espacio, ellas, eran protagonistas. Atesoradas en unos metálicos recipientes, se peleaban por aparecer en una suerte de top ten del mundo galletitero. Sabían encontrarse de chocolate, vainilla, azucaradas, finas, saladas, sosas y rellenas, entre otras. Eso sí, a las que no conocían el éxito comercial les esperaba un inexorable camino a desaparecer de los preciados estantes de exhibición.

¿Quién no recuerda haber paseado la mirada por aquellos anaqueles donde reposaban las gigantescas latas de galletitas? ¿Quién, siendo niño, no soltó una sonrisa cuando lo convidaron para ir a comprar un cuarto de las galletas más codiciadas del momento? Ese, quizás, era uno de los mandados infantiles que mayor placer producía. Porque en un tiempo, que hoy parece remoto, existía eso que se hacía llamar galletitería, un universo de figuras, formas y gustos que hoy forma parte de una estela del pasado.

Por estos días en lugar de aquel comercio, que poco le envidiaba al dulce páramo encontrado por Hansel y Gretel en medio del bosque, se erigen unas homogéneas e inexpresivas góndolas que forman parte de una estructura aún más grande: los hipermercados. Encontrar aquel pequeño negocio, que se amparaba como una especie de nicho de las relaciones comunitarias gracias a la amable atención de sus dueños –por lo general, la siempre bien predispuesta galletitera- y la clientela fija e individualizada, parece una misión digna de Sherlock Holmes o el Agente 007.
Persistieron hasta que pudieron, hasta que las deglutió la llegada del supermercado. Y no se trata de esos comercios que tuvieron sus diez minutos de éxito –canchas de padel, videos, pollerías-, sino que supieron conseguir un lugar de preferencia entre los comercios barriales.

La galletitería, como tantos otros pequeños emprendimientos, de a poco bajó sus persianas y esa especie de usina de sabores y de anhelos gastronómicos quedó relegada del paisaje urbano.

Aguafuerte

UN MUSEO DE NOSTALGIA Y OLVIDO
Por: Barbara Gallego

Hay que verlo. Se puede explicar con palabras, claro, pero entonces hay que hablar de un lugar frío, desolado, vacío donde abunda un silencio, que por momentos, te hace poner la piel de gallina. Una tarde pintada de gris y una llovizna molesta que empapa las calles de Buenos Aires, me permite imaginar aún más lo que estoy por vivir: Las secuelas que dejó la Segunda Guerra Mundial y el homenaje a las víctimas del Holocausto.

Un policía estático vigila aquel edificio viejo, el Museo de la Shoá. Sin mirar y casi automáticamente, abre la puerta de hierro negra. Pagas tres pesos y a través de un vidrio se asoma una galería que deja una sensación de vacío e incertidumbre.
Avanzás temeroso, hay que pasar por un pasillo de vidrios empañados, el drama lentamente se va evocando, como también la muerte. Una luz blanca sostiene un mural de fotos desteñidas que muestran a familias, niños, una pareja de recién casados, todos con una sonrisa en sus caras, ninguno refleja ni dolor ni tristeza, como deben haber sentido durante el cruel transcurso de la guerra. Sentís que la melancolía te invade, pensás cómo habrán sido sus muertes y volvés a mirarlos. Sus rostros ya están desdibujados.

Sin darte cuenta comenzás a armar el rompecabezas de esta historia siniestra y oscura que nos enseñaron alguna vez nuestros maestros: “1939 Alemania invade Polonia de la mano de Adolf Hitler. El único objetivo era exterminar a los judíos para preservar la raza aria”.

Empezás a tomar como propia la historia. Los murales con fotos, mapas, documentación de judíos y escritos te explican el accionar de los militares alemanes: “Los judíos eran trasladados en vagones sellados con plomo, sin aire, sin agua y sin comida hacia los Guetos donde los dividían en aptos y no aptos para hacer trabajos forzosos”. No es necesario explicar qué hacían con estos últimos…

Una pared larga contempla el triste final de la historia. Impresionantes fotos en blanco y negro con las caras de niños, jóvenes y adultos, muestran que en 1945 las puertas de los campos de concentración se abrieron, pero que miles de prisioneros continuaron muriendo a causa de la desnutrición, las enfermedades y el agotamiento. Al contemplar estos rostros de sufrimiento, sentís que frente al desengaño de sus ilusiones y la dura realidad que pasaron, no encontraron otra salida que la resignación.

El desafío de volver

Por: Fernando Candeias

Se torna difícil el regreso de capital a provincia, son aproximadamente las 17:30 Hs. y el cardumen de autos pega la vuelta. El circuito es: 9 de julio, autopista y Puente Pueyrredón; para desembocar luego en la avenida Belgrano, en pleno corazón de Avellaneda.

Los amarillos de los semáforos se transforman en verde, para muchos. Las bocinas son la sinfonía del momento, las luces destellan al ritmo del insulto. Un Renault Clio queda casi al borde de la línea peatonal, el conductor baja su vidrio y se descarga contra un colectivo que quedó en el medio: “Si ves que no pasas, para qué te metes. No ves que ahora quedas en el medio”. El chofer del interno 21 de la línea 100 se hizo el distraído y miró hacia otro lado, sabía que estaba equivocado pero también sabía que las “boletas” las paga la empresa entonces no había de que preocuparse. Los taxistas intentan pasar por donde no se puede… ¡meten el auto! Las motos cargadas de adrenalina hacen zigzag de un lado hacia otro, los motoqueros juegan con la cintura al límite del peligro, tanto es así que una moto con una inscripción del correo privado OCA toca el espejo de un Duna blanco al pasar y… sigue de largo. El conductor con un dejo de resignación acomoda el espejo y adelanta el auto. La función se repite día a día y en doble turno, por un lado el horario de mañana (7:00 a 8:00) y por otro el de tarde, que nos toca presenciar.

En la esquina, plaza constitución interminables colas con caras cansadas y ganas de llegar a casa. Cartoneros que emprenden el regreso con la tranquilidad de “haber conseguido algo”. Vendedores ambulantes que tienen la esperanza de aprovechar la hora pico: “pastillas, garrapiñada, maní con chocolate, gaseosa”… la oferta se amplía según la ocasión.

La autopista deja entrever que se descongestionó el tránsito, al menos un poco. Los colores del edificio de oficinas del Central Park, ubicado en barracas, atajan la caída del sol y el riachuelo, eterno deposito de residuos, funciona como espejo. Fin de la autopista, fin del Puente Pueyrredón ¡Bienvenidos a Avellaneda! Rotonda interminable, embudo eterno… y la esperanza de estar llegando. Los semáforos frenan la entrada pero ya estamos cerca… los autos toman el rumbo conveniente y la avenida Belgrano poco a poco se empieza a descongestionar, esperando ansiosa… la próxima función.


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