Por: Fernando Candeias
Se torna difícil el regreso de capital a provincia, son aproximadamente las 17:30 Hs. y el cardumen de autos pega la vuelta. El circuito es: 9 de julio, autopista y Puente Pueyrredón; para desembocar luego en la avenida Belgrano, en pleno corazón de Avellaneda.
Los amarillos de los semáforos se transforman en verde, para muchos. Las bocinas son la sinfonía del momento, las luces destellan al ritmo del insulto. Un Renault Clio queda casi al borde de la línea peatonal, el conductor baja su vidrio y se descarga contra un colectivo que quedó en el medio: “Si ves que no pasas, para qué te metes. No ves que ahora quedas en el medio”. El chofer del interno 21 de la línea 100 se hizo el distraído y miró hacia otro lado, sabía que estaba equivocado pero también sabía que las “boletas” las paga la empresa entonces no había de que preocuparse. Los taxistas intentan pasar por donde no se puede… ¡meten el auto! Las motos cargadas de adrenalina hacen zigzag de un lado hacia otro, los motoqueros juegan con la cintura al límite del peligro, tanto es así que una moto con una inscripción del correo privado OCA toca el espejo de un Duna blanco al pasar y… sigue de largo. El conductor con un dejo de resignación acomoda el espejo y adelanta el auto. La función se repite día a día y en doble turno, por un lado el horario de mañana (7:00 a 8:00) y por otro el de tarde, que nos toca presenciar.
En la esquina, plaza constitución interminables colas con caras cansadas y ganas de llegar a casa. Cartoneros que emprenden el regreso con la tranquilidad de “haber conseguido algo”. Vendedores ambulantes que tienen la esperanza de aprovechar la hora pico: “pastillas, garrapiñada, maní con chocolate, gaseosa”… la oferta se amplía según la ocasión.
La autopista deja entrever que se descongestionó el tránsito, al menos un poco. Los colores del edificio de oficinas del Central Park, ubicado en barracas, atajan la caída del sol y el riachuelo, eterno deposito de residuos, funciona como espejo. Fin de la autopista, fin del Puente Pueyrredón ¡Bienvenidos a Avellaneda! Rotonda interminable, embudo eterno… y la esperanza de estar llegando. Los semáforos frenan la entrada pero ya estamos cerca… los autos toman el rumbo conveniente y la avenida Belgrano poco a poco se empieza a descongestionar, esperando ansiosa… la próxima función.
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