Por: Fernando Candeias
El brillo de la noche empañado por la soledad permite que el silencio se convierta en la inspiración perfecta. Un soplo de viento se filtra por una ventana. Un perro desafía a un gato y el silencio musicaliza cada momento, cada idea, cada destello de incoherencia fundada en las entrañas del alma. Esas locuras que emanan del inconsciente para aflorar a la realidad. Esa magia que se refleja en el espejo de la situación y la furia de unos pocos que procuran sentir. Todo se mezcla, para hacer de la noche un film de momentos. La infancia, un capítulo con actores que marcaron el camino a seguir y que luego partieron con la tranquilidad de haber cumplido la misión.
El brillo de la noche empañado por la soledad permite que el silencio se convierta en la inspiración perfecta. Un soplo de viento se filtra por una ventana. Un perro desafía a un gato y el silencio musicaliza cada momento, cada idea, cada destello de incoherencia fundada en las entrañas del alma. Esas locuras que emanan del inconsciente para aflorar a la realidad. Esa magia que se refleja en el espejo de la situación y la furia de unos pocos que procuran sentir. Todo se mezcla, para hacer de la noche un film de momentos. La infancia, un capítulo con actores que marcaron el camino a seguir y que luego partieron con la tranquilidad de haber cumplido la misión.
La adolescencia, un momento de aplicación y comienzo. Enseñanzas y desafíos se conjugan para darle rienda suelta al juego de estrategia más difícil e interesante: la vida.
La madurez, el momento del retrovisor. Aquel segundo congelado en la foto del pasado y el análisis de lo que fue y lo que no. Los que estaban y se apagaron para encenderse en una luz interior eterna.
La vejez es el momento de trasmitir. El tiempo de dejar la herencia de valores, preceptos y sabidurías.
La muerte, el capítulo final de historias con objetivos por cumplir y cumplidos; con alegrías, triunfos y fracasos. Todo forma parte de la mochila de recuerdos. Las miradas, las expresiones, los aromas, las sensaciones internas, los anhelos, las gracias y el perdón.
…Y volver, estar, sentir, recordar, vivir, encontrar, descubrir, disfrutar, extrañar… y volver.
La luna, atrevida musa de la noche, se refugia hábilmente detrás de una pomposa nube. Mientras tanto el sol espera ansioso su turno. No para inspirar, sino para disfrutar lo que dejaron esas noches de brillo empañado.
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