Ayer, cuando la competencia signada por el capitalismo y las leyes del mercado no era tan agresiva como en la actualidad, primaban otros valores, otros preceptos, otras cualidades que hacían que uno se destaque por sobre otro. Perdón, por favor, gracias, permiso no eran palabras que corrían peligro de extinción, hoy parece que no se reproducen tan fácil, ¿desaparecerán?
La comunicación en el Siglo XXI nos está avasallando, pero cada vez estamos menos comunicados, sí informados, pero no comunicados. El feedback que se produce cuando un emisor y un receptor intercambian mensajes es parte de la riqueza y grandeza que genera la comunicación, un ida y vuelta que se desprende con una respuesta, con una mirada, con un gesto y que a partir de ahí genera disparadores. Hoy nos comunicamos por SMS, por Messenger y nos olvidamos del cara a cara. Es paradójico saber qué le pasa a un amigo "virtual "que está en España y no saber cómo se llama un vecino.
Sin querer, el consumismo, nos va absorbiendo y todo se transforma en un gran embudo en el que muchos entran y pocos salen. Un cuello de botella, con riqueza y poder para unos pocos y lo que resta para otros, sólo lo que resta.
En medio de la miseria de aquellos que creen que con la fortuna pueden comprar la felicidad, la alegría, la tranquilidad, aparece, también, el orgullo de quienes miran por encima de los hombros, se creen superiores. Están los que por ganar $300 más que uno se creen gerentes, los que por tener un Blackberry se sienten dentro del mundo Business, aquellos que por usar gemelos creen estar un escalón por encima del que usa chomba y los que por pegar dos gritos se creen que manejan a aquellos que, con inteligencia, contestan "Sí, tenes razón".
Hoy por hoy da la sensación de que algunas palabras corren peligro de extinción, mientras otras, lamentablemente, van reproduciendose a pasos agigantados.
Foto: ► ßut i'm not the only one ♪ (Flickr)
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