¿Qué tiempo tuvieron los diputados que no integran esas comisiones, que son casi el 90% de la Cámara, de leer y evaluar el proyecto? No hubo tiempo ni respeto. ¿Cómo se podría confiar en la buena fe de los promotores de la eventual ley si todo se pareció más a un arrebato nocturno que a una decisión del Estado argentino? Ese ritmo de fiebre es lo que abre innumerables interrogantes y suspicacias sobre el objetivo final de los Kirchner. Si contaban, como contaron, con una mayoría importante a favor de su proyecto, ¿por qué no aceptaron tiempos mínimos de reflexión parlamentaria, aunque más no fuera para conservar las apariencias? Cabe una sola deducción: temieron que el paso del tiempo descubriera las verdaderas intenciones del proyecto de una ley que posiblemente regulará la relación futura entre el Gobierno y los medios audiovisuales.
Un país chico y sin inversiones, aislado del mundo y del progreso, con periodistas silenciados y empresarios asustados es el que se bosquejó ayer en la Cámara de Diputados. El país perfecto del imaginario kirchnerista.
[Por: Joaquín Morales Solá para La Nacion]
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