Desbordado por la responsabilidad y los múltiples focos problemáticos que hoy presenta Boca, Abel Alves perdió el equilibrio. Al técnico lo traicionó su amor ardiente y extremo por los colores azul y oro. Desde que asumió en el verano pasado, después del traumático alejamiento de Coco Basile, y hasta la jornada de ayer, en la que el equipo xeneize volvió a derrumbarse, como en casi todo el año, la gestión del Chueco fue un constante tembladeral. Es tan angustiante como real, pero Boca es un club que marca a fuego las carreras de los entrenadores, que puede alterar -o borrar, directamente- en un simple chasquido de dedos la imagen que una persona construyó con obstinación; le ocurrió al Chino Benítez, que antes del penoso escupitajo a Bofo Bautista en la eliminación boquense de la Copa Libertadores, en 2005, ante Chivas de Guadalajara, ostentaba un perfil positivo. Después del 15 del mes próximo, cuando deje su buzo de DT en el casillero del vestuario local de la Bombonera, Alves ya no volverá a ser considerado ese hombre hábil para advertir nuevos valores y conducir categorías menores (antes de asumir en la primera, en enero, el Chueco era el conductor de una reserva que se destacaba) [Leer artículo completo / Por: Sebastián Torok para Canchallena.com].
Un Boca sin mando
Publicado por Fernando Candeias en 8:58 a.m. Etiquetas: deportes, futbol, periodismo
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 Comentarios:
Publicar un comentario